lunes, 12 de septiembre de 2011

Aguilar, Adán (Guatemala, 1954)


Adán Aguilar (Quetzaltenango, 1954) es un pintor serio, como pocos en Guatemala. El oficio que posee en grado sumo está en función de las exigencias de su pensamiento pictórico; y este se mueve, desde hace varias décadas, alrededor del tema de la identidad cultural que, como fundamento y origen de su pintura, se plantea como pregunta y se desarrolla como conflicto vivencial y como búsqueda consciente en lo que, a falta de mejor término, llamaremos las raíces: el pasado precolombino, el mestizaje, la religión, la pervivencia de lo colonial, entendidos como grandes fuerzas o núcleos de significación que disputan en el espacio de sus cuadros el papel protagónico de modeladores y moduladores de una expresión profundamente reflexionada que pretende tener un alcance identitario y comunicativo lo más amplio posible.


Nada hay de gratuito e improvisado en la pintura de Adán Aguilar. Los grandes temas que desarrolla han sido objeto de profundas investigaciones históricas y, sobre todo, formales y estilísticas. La diversidad de técnicas pictóricas de las que se vale para mostrar sus hallazgos no es nunca un alarde de solvencia técnica sino la utilización estratégica de un recurso para apuntalar la expresividad de una imagen. Por ejemplo, recurre a la encáustica por el tipo de empastado que produce y por el olor que despide la cera y porque ambos, el empaste y el olor, tienen que ver con la atmósfera religiosa que recrea en algunas de sus obras. La experimentación, si es que la hay, es en todo caso una etapa previa y preparatoria, pues los cuadros que finalmente llegan al espectador tienen siempre el carácter de definitivo de quien, después de haberlo meditado mucho, sabe muy bien lo que quiere decir.


Atendiendo al significado profundo de su pintura, se puede decir que Adán Aguilar es pintor de un solo tema que posee, sin embargo, inagotables facetas. Como ya dijimos, el tema de la identidad es, sobre todo para los guatemaltecos, antes que un motivo para desahogos líricos y nacionalistas, origen de desconciertos y conflictos y, pensándolo bien, el hilo conductor de algo así como la historia de la ideas en el campo del arte y la cultura guatemaltecas. La persistencia de ese tema en el quehacer artístico de Adán Aguilar le da al conjunto de su obra un sentido de desarrollo orgánico en lo que se refiere a la profundidad y el alcance de sus meditaciones y también en el sentido del creciente enriquecimiento y solidez de su lenguaje pictórico que, ahora, luego de varias décadas, le permite encarar los aspectos más sutiles y herméticos de su crucial tema y comunicarlos de una forma poética muy efectiva.

Luego de una estadía en Europa, que quizás le abrió otra perspectiva para enfocar su sempiterno tema, su obra parece centrarse en la persistencia y permanencia del mito no sólo en los vestigios de la cultura indígena precolombina sino propiamente el mito de lo precolombino en la definición de una esencia de lo guatemalteco. Recuérdese que el mito es la primera respuesta que se da el ser humano a la cuestión siempre angustiante de su ser en el mundo; es más, la respuesta mítica, que aparece antes de que se plantee tal cuestión, es propiamente lo que abre al mundo como mundo en el que el hombre puede encontrar y desarrollar su ser.

Adán Aguilar, pintor autodidacta con formación de arquitecto, sabe muy bien lo que significa el espacio, la ocupación del espacio vital mejor dicho. Pero el mito no ocupa un espacio sino más bien crea una atmósfera dentro de la cual la "verdad" de lo que sucede en el mito es absoluta: no es una creencia ni un artículo de fe, sino propiamente una verdad que no admite dudas. Los grandes espacios que se abren en la obra más reciente de este pintor fundamental son una metáfora de esa atmósfera en la que el mito no sólo es verdad sino que abre y fundamenta el mundo de la realidad cotidiana y le da a todas las cosas un espesor o una resonancia significativa.

Por ejemplo, el simple acto de elevar un barrilete es, en la atmósfera mítica de los cuadros de Adán Aguilar y de la cultura guatemalteca, una manera de mantener comunicación con los orígenes, aunque sus "barrilenautas" tengan también el carácter trágico del mito de Ícaro. También la atmósfera mítica es el espacio donde residen los dioses y donde desarrollan sus actividades de crear y jugar, de manera que el espacio de los cuadros de Adán Aguilar también alude metafóricamente al juego y a la creación divinas que, del lado de sus cuadros, le dan sentido a los juegos y las creaciones de los humanos y los inscriben dentro de un ciclo misterioso.

Considero que a la obra de Adán Aguilar no se le ha prestado la atención que merece. Su tema es fundamental para la cultura guatemalteca y su manera de desarrollarlo es lúcido y consecuente.

Juan B. Juárez.

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